La toma de decisiones

La toma de decisiones

Del libro “Seis Sombreros Para Pensar” de Edward De Bono

 

Cuando  una  persona  se  enfrenta  a  un  proceso  de  toma  de  decisiones,  su  mente comienza a contemplar una serie de razones y emociones que le llevan a optar por una alternativa.

Para  simplificar  el  pensamiento,  este método   propone   que   las   cosas   se atiendan  una  por  una,  y  que  todos  los participantes  se  concentren coordinadamente en la que está siendo estudiada.

Cada sombrero simboliza una forma de ver, una manera específica de pensar, que no se preocupa tanto por describir lo ya ocurrido, sino que intenta vislumbrar lo que está por  venir.

Sombrero blanco

La ausencia de color sugiere neutralidad y tiene que ver con la información pura. Es como un ordenador: no tiene emociones y, cuando lo utilizamos, esperamos que nos arroje hechos y cifras, no que discuta con nosotros. El sombrero blanco informa sobre el mundo, es neutro, es objetivo. Con él, la atención se concentra exclusivamente  en  la  información  disponible,  que  abarca  todos  los  hechos  y  cifras comprobables. La energía se concentra en buscar y plantear información, en tratar de obtener  datos  puros  y  en  escindir  las  extrapolaciones  o  interpretaciones  que  muchas veces  suelen  enredarse  entre  ellos.  Por  eso,  este  es,  quizás,  el  sombrero  que  más habilidad exige, pues separar los hechos objetivos de las derivaciones subjetivas que suelen  llevar  aparejadas  es  una  disciplina  de  mucho  rigor.

Los hechos se encuentran en la base. En lugar de partir de conclusiones y pelear por ellas, los hechos son el punto de partida, que permitirán trazar el mapa y elegir la ruta.

Cuando se utiliza el sombrero blanco en una reunión, se corre el riesgo de desatar una avalancha de información, pues es posible desplegar una lista interminable de datos, hechos  y  cifras  sobre  casi  cualquier  asunto.  Para  evitar  esto,  es  necesario  hacer peticiones concretas de información, tal como hace un abogado cuando interroga a sus testigos.

Sombrero rojo

Se centra en los aspectos no racionales del pensamiento. A través de  él,  se  genera  la  oportunidad  de  expresar  las  emociones,  los  sentimientos  y  las intuiciones  sin  necesidad  de  explicarlos  o  justificarlos.

Las emociones forman parte del método de pensamiento  y  de  nada  sirve  esperar  que  desaparezcan  o  que  no  interfieran  con  el “pensamiento puro”.

El sombrero rojo, entonces, legitima las intuiciones como unas consejeras importantes, no para que las decisiones se basen en ellas, pero sí para tenerlas en cuenta como un elemento más del mapa de pensamiento.

Sombrero negro

El  sombrero  de  la  oscuridad,  la  prevención  y  la  cautela. Nos  ayuda  a  ser  precavidos,  nos  aleja  de  los peligros y nos permite, en última instancia, sobrevivir. Su  carácter  es  netamente  lógico.

Resulta  de  gran  utilidad  al  valorar  y  planificar  una  idea:  por  un  lado,  ayuda  a decidir si se debe seguir adelante con ella o abandonarla; por otro, señala los puntos débiles de la idea y permite diseñar estrategias para corregirlos.

La  visión  de  este  sombrero  puede  encauzar  una  reunión,  al  permitir que los participantes corrijan a otros en sus errores.

Sombrero amarillo

Es  un  sombrero  de  pensamiento  constructivo,  con  el  cual  se  plantean propuestas  para  propiciar  cambios  positivos. Este sombrero se relaciona con la eficacia, con hacer que las cosas sucedan.

El pensador de sombrero amarillo actúa  de  forma  semejante  a  un  vendedor,  que  logra  grandes  ventas  cuando  plantea una visión maravillosa que el cliente (en este caso él mismo) puede compartir.

Hay  personas  ingenuas  que  llevan  su  optimismo  hasta  la  insensatez  y  hacen,  por ejemplo, que su vida gire en torno a la remota expectativa de ganar una lotería. Pero eso no significa que el optimismo tenga un límite preciso. Por el contrario, la historia está  llena  de  visiones  y  sueños  poco  prácticos  que  terminaron  haciéndose  realidad.

Sombrero verde

Se  trata  del  sombrero  de  la  creatividad. El  sombrero  verde  permite  plantear  “posibilidades”  en  cuya  ausencia  es  imposible progresar.

El  sombrero  verde  es  una  invitación  a  explorar  continuamente  alternativas,  incluso cuando las cosas parecen funcionar bien. Eso supone una actitud creativa permanente, que permite anticiparse a las dificultades, deteniéndose a pensar alternativas aunque no  haya  una  razón  aparente  para  ello.

Sombrero azul

Este es el sombrero del control, que permite organizar el pensamiento. A través de él se definen  los  propósitos  y  las  pautas  del  ejercicio,  al  tiempo  que  se  vela  por  su  buen desarrollo.

El Sombrero  azul representa  la  capacidad  de  enfocar,  cualidad  que  diferencia  al  buen  pensador  del mediocre.

Bajo  la  potestad  que  le  confiere  el  sombrero  azul,  el  facilitador  de  la  reunión  será  el único habilitado para autorizar un cambio de sombrero, y al hacerlo puede solicitar dos usos  diferentes.

El  tiempo  que  se  disponga  para  el  uso  de  cada  sombrero  debe  ser  lo  más  breve posible.  Por  lo  general,  basta  con  asignar  un  minuto  para  cada  persona  por  cada sombrero que se use, salvo en el caso del rojo, cuyo empleo suele ser más corto, en la medida en que lo que se expresa con él no requiere explicaciones ni comentarios.

Por regla general, conviene fijar un sombrero azul al inicio y otro al final de la discusión.

Conclusión

Los sombreros, esos objetos que una persona puede quitarse o ponerse fácilmente y de forma visible, simbolizan diferentes formas de mirar la realidad. Cada uno de ellos representa  un  tipo  de  visión  diferenciada  y,  aunque  tendamos  a  encasillar  a  algunas personas  con  esa  forma  de  pensar,  lo  cierto  es  que  todos  los  sombreros  están disponibles para todas las personas, siempre y cuando se esfuercen por mirar en esa dirección.

Las personas no adoptan la discusión porque sea su método favorito, muchas veces lo hacen porque no conocen otra forma. He aquí una: sombreros de colores que hacen del pensar un juego con unas normas definidas, en lugar de un intercambio de agravios y condenas; sombreros de colores que permiten organizar puntos de vista diferentes y crear un mapa enriquecido para tomar mejores decisiones; sombreros de colores que representan direcciones para observar, pero no para mirar lo ya ocurrido, sino aquello que está por venir.

MABR

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